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Laurel se presenta como una audaz y cautivadora obra que nos transporta a una Mendoza distópica en el año 2057, donde la familia Ponce de León controla el poder en el Valle de Uco, representando un sistema opresor que mantiene el status quo. En medio de este contexto sombrío, un grupo radicalizado de mujeres busca desafiar y derribar el orden establecido, interrumpiendo la celebración de la Vendimia.
La protagonista, Laurel, es una joven esclava que logra liberarse y se embarca en una misión de venganza contra los Ponce de León. Su alianza con Córdoba, un erudito científico, da inicio a un plan meticulosamente elaborado para ejecutar su venganza. Este viaje no solo se convierte en una lucha personal, sino que se entrelaza con un comentario crítico sobre el poder y las estructuras sociales que oprimen.
La obra destaca por su humor absurdo y el ingenioso uso del lenguaje, ofreciendo una perspectiva ácida y satírica sobre las dinámicas de poder en el contexto cuyano. El diseño escenográfico es especialmente notable, con una extensa y sólida mesa que actúa como el corazón de la puesta, funcionando como podio, pasarela y espacio de interacción. Los vestuarios, complementados por prótesis y apliques, crean una caricatura vibrante de los personajes, resaltando las diferencias entre los opresores y los oprimidos.
Sin embargo, es el elenco lo que realmente brilla en Laurel. Cada actuación es un testimonio del compromiso y la creatividad de los actores, quienes comprenden la complejidad de sus personajes y el equilibrio necesario entre el delirio personal y la conexión con los demás. Esta afinada red de relaciones entre los personajes añade una profundidad emocional a la narrativa, haciendo de Laurel no solo una experiencia entretenida, sino también una reflexión incisiva sobre la lucha por la libertad y la justicia.